Éstos últimos días he entrenado con un gran amigo y budōka, lo que hace la experiencia de entrenamiento única y significativa.
Entrenar no solamente en lo físico sino también en lo espiritual, lo sutil, lo no dicho, el kuden, el shinden. Es importante aclarar que entrenar no solo es hacer ejercicios de resistencia aeróbica o de musculación, saber que tan alto hacemos un hichō kaiten o que tan fuerte podemos golpear con un fudō ken; un entrenamiento es una forma de ver nuestras debilidades, fortalecerlas y aprender lo más que podamos de nosotros mismos y de los demás.
Entrenar también es compartir reflexiones de vida plasmadas en los textos de los senpai y sensei, en las mismas experiencias fuera del budō (en este casi me refiero al budō como actividad física, entrenamiento, no como la filosofía de vida) como en la oficina, la universidad, etc.
En este tiempo también he comprendido que un Dōjō tiene que ser un oasis para el cuerpo y el alma, desprendernos del ambiente que nos rodea y desintoxicarnos del veneno de la sociedad moderna. Violencia, corrupción, delincuencia, injusticia... muchos males que nos aquejan y como verdaderos ninja tenemos que aprender a lidiar con esas nuevas "batallas". El Dōjō es un lugar donde podemos canalizar esa energía destructiva en energía constructiva. Personalmente el Dōjō es un lugar donde puedo llegar y concentrarme en lo que debo, ya sea entrenando o dedicando el tiempo a trabajar en el: limpieza, ornato, etc.
Debemos entrenar de corazón, que nuestro corazón también entrene (kokoro no keiko) tal y como lo dice Hatsumi sensei: "Es muy fácil ser un buen Guerrero, pero lo difícil es ser una buena persona."
Redacción Satori Dōjō.